lunes, 03 de octubre de 2016 - 21:16

La camiseta perdida más de 30 años: una historia de dolor y amistad

Cherco es un hincha que siempre está cerca de la vida social del club, y aquí nos cuenta la historia de la recuperación de un tesoro íntimo fue una forma sorpresiva y emotiva de reencontrarse con su hermano, muchos años después de una tragedia familiar. 

Por Sergio "Cherco" Smietniansky * para AUNO. Cuando era chico yo tuve un hermano que se llamaba Pablo. Era mi hermano mayor y juntos íbamos desandando nuestra infancia en un barrio donde se era de Banfield o no se era. Una tarde de septiembre de 1980, Pablo salió con sus amigos de la Escuela 7 a comprarle un regalo a la señorita Irene por el día del maestro y nunca más volvió. Murió en Alsina y Chacabuco arrollado por un auto que en su andar furioso terminó de un plumazo con su corta vida de 10 años, y con lo que aún quedaba de mi niñez. Yo tenía 8 años.

A los pocos días de sucedido eso vino a casa Diego Barbuto, compañero de mi hermano del Kinder, la actividad recreativa de los sábados para los chicos del club Peretz, de Lanús. Eran amigos de la vida. Lo concreto es que en un momento Diego hizo un planteo inesperado. Pidió permiso para entrar a la habitación de Pablito porque quería llevarse algo de recuerdo. Desde ya que el permiso fue concedido y Diego se adentró en un cuarto pesadamente vacío.

Los años y la vida siguieron transcurriendo con sus buenas y sus malas; como siempre ha sido, como siempre será.

El recuerdo que se llevó Diego quedó extraviado por décadas en algún rincón de su casa; quizás por descuido o, quién sabe, por capricho de un destino que le había deparado otro tiempo para reaparecer.

Una mañana, pasados más de 30 años de aquel hecho, Diego tocó el timbre de mi oficina y con un corazón que le desbordaba de ternura, más una sonrisa pícara por su condición de hincha de Lanús, me entregó lo que aquel día había tomado de recuerdo: la camiseta de Banfield de mi querido hermano (foto adjunta).

La camiseta de Pablo había estado treinta años perdida, literalmente. Y Diego, después de tantos años, la había encontrado sorpresivamente en su casa, cuando acomodaba ropa para donar, después de la muerte de su hermano Fabián.

Conté esta historia en Facebook y fue muy emocionante ver la reacción de muchos hinchas de Lanús. Innumerables comentarios y muchísimos “compartidos” fueron la respuesta generosa de mis vecinos.

Esos gestos me reconfortaron y supongo que lo mismo les pasará a gran parte del resto de mi familia, que son hinchas del 'Grana’.

Es una historia dura, pero también hermosa. Muchas veces, en nombre de una camiseta se segrega, se comercia y hasta se mata. En otras, en cambio, se resaltan valores humanos, historias familiares, amores al barrio y a la amistad.

Los que tomemos ese segundo camino, estaremos sin duda jugando para el equipo de los buenos.

Yo me acordaba de esa camiseta y tengo que confesar que toda la vida tuve ganas de volver a tenerla. Cuando me acordaba, se la reclamaba a Diego. Ya pensaba que no iba a aparecer más.

Pero la herencia que me dejó mi hermano no es esa remera, sino la amistad; la de Diego y muchos otros amigos de Pablo que después se hicieron entrañables amigos míos. Eso es lo más importante. Si se entiende eso que quiero decir, estoy más que feliz. Y también por volver a sentir un ratito a Pablo más vivo que nunca.

*Abogado. Militante de Derechos Humanos y contra la violencia institucional. Hincha de Banfield.