Desde hace un tiempo, Banfield se ha
convertido en un club que trae jugadores con bombos y platillos, los usa
políticamente y luego no les paga. El portazo de Cvitanich, lamentablemente, no
nos sorprende frente a los hechos que se repiten en forma sistemática.
Mientras todos sabemos que los balances superavitarios son solo
dibujos contables que continúan presentándose tarde y mal, seguimos viendo como
los ídolos se van del club de mala manera y resignando deudas. El último balance había
dado un superávit de más de un millón de dólares, pero al Gran Goleador no le
pagan no solo lo que merece, sino lo que pactaron, así la descapitalización y
el desgaste de los jugadores es constante.
Pasó con Cazares, Noguera, Bologna, Silva, Erviti y Bettini por
nombrar solo algunos casos de jugadores que se fueron, no solamente sin dejarle
un peso al club, sino enojados con Eduardo Spinosa. Spinosa, sigue teniendo el
manejo total del club a pesar de que no figura entre la lista de dirigentes. Estuvo
al frente de la institución durante 6 años pero actualmente decidió continuar
moviendo personalmente los hilos pero entre las sombras y a través de empleados
con cargos muy bien remunerados aunque inventados antiestatutariamente.
Debemos sumar a la citada lista negra al director técnico más
exitoso del club, Julio César Falcioni, quien se tuvo que retirar en silencio y
transitando por un complicado estado de salud, luego de haber sido reemplazado
en una nueva operación mediática. A su vez, todo su cuerpo técnico también se
quedó sin trabajo. Recordemos que Omar Piccoli fue otro que se peleó con
Spinosa y fue echado cuando estaba al frente del equipo.
Volviendo a Darío, recordemos que resignó dinero y confort para venir a Banfield y cumplió
con goles, asistencias y trabajo. Fue capitán, una parte de la pensión lleva su
nombre, vino para retirarse en el club que lo vio nacer y hoy lo quieren hacer
quedar como un traidor que se quería ir. No es muy creíble esta historia.
Hay una dirigencia formal que debería
trabajar por el bien del club sin intermediarios, pero no puede tomar
decisiones propias y por eso tampoco logra despegarse de la figura predominante de un
Eduardo Spinosa que quiere seguir perpetuado en el poder aunque siempre ha
manifestado lo contrario.
Detrás de él solo hay una gestión que apuesta
únicamente a las ventas de juveniles pero que no trazó un proyecto serio y a
largo plazo para generarlos. Un castillo de naipes donde se juega todo a las ventas para mirar hacia adelante con planteles volátiles. Julián Carranza era el jugador a vender pero como no supieron cuidarlo y hoy se encuentra completamente desvalorizado.
Banfield se sigue desmembrando mientras todos
los equipos se refuerzan y Hernán Crespo deberá enfrentar una segunda parte del torneo
con un plantel cada vez más reducido.