A
veces la historia cambia si el balón pega en el palo y entre o si sale. En este
caso, nada tuvo que ver con la fortuna el mal 2022 de Banfield. La política
deportiva no viene siendo la correcta desde hace años. De hecho desde que
Eduardo Spinosa asumió no se respetaron los contratos de los entrenadores, ni
tampoco la ideología de juego. Se pasó de Almeyda, un fútbol hiper ofensivo, a Vivas,
un fútbol práctico pero menos vistoso. Luego vino Falcioni, el gran Emperador e
ídolo del club, con una metodología de juego aún más austera que la de Vivas,
pero mucho más efectiva. Los resultados no acompañaron a Falcioni y la
directiva volvió a dar un giro de 360 grados trayendo a Hernán Crespo, un DT inexperto,
pero de la escuela de Almeyda con un fútbol vertical y muy ofensivo. Poco duró
Crespo en el cargo, y nuevamente volvió Falcioni, siendo el Archu Sanguinetti
quien terminó quedándose con el cargo. Allí comenzó a enderezarse el camino. El
equipo jugó la final de la Liga ante Boca, y por momentos generó buen juego.
Pero al año siguiente el Archu renunció y fue Dabove el elegido, un entrenador
con otro perfil, casi opuesto. El ex arquero tampoco anduvo bien y llegó Vivas,
por su segundo mandato en el club. El primero no había sido bueno y el segundo
tampoco. Los proyectos volvían a interrumpirse y sin lógica en los armados de
las plantillas. Se pensaban los refuerzos para un DT ofensivo, y terminaba
viniendo uno defensivo. Nunca hubo una continuidad independientemente de los
nombres de sus entrenadores. Luego de Vivas llegó el Archu nuevamente, con un
respaldo total del hincha de Banfield y el deseo de tener un buen 2023. Conoce
a los jugadores, también a los juveniles y es la oportunidad de darle la
continuidad merecida en el cargo.